El histórico barrio de La Latina ha dicho basta a las despedidas de soltero. Cada fin de semana llegan grupos "armando mucho ruido y con un griterío enorme", aseguran varios de los afectados a este diario. La paciencia ha llegado a su fin en una de las zonas más castizas de Madrid.
Ahora, tras años de convivir con una avalancha de grupos que alteran la vida de los vecinos, hosteleros y clientes habituales de los restaurantes, la mayoría de los locales han tomado la decisión de prohibirlas de manera tajante.
"Son impunes. Van por la calle haciendo ruido hasta con megáfonos, ¡que está prohibido!", resume Saturnino Vera, presidente de la Asociación de Vecinos Las Cavas-La Latina.
Recoge así el sentir de un vecindario harto de soportar que se diviertan a costa de los que viven en el barrio: "Lo que no hacen en su casa, lo hacen en La Latina". La medida cuenta además con un amplio consenso entre los hosteleros
Óscar Lucas -propietario de La Posada del León y La Posada del Dragón, en la Cava Baja, y presidente de la Asociación de Empresarios de La Latina (ADELA) desde hace 9 años- subraya que la transformación del barrio hacia un destino gastronómico fue clave para "frenar de raíz" el flujo de estos grupos:
Óscar Lucas, presidente de la Asociación de Empresarios de La Latina (ADELA), en la puerta de su restaurante La Posada del Dragón.
"Aquí la mayoría hemos decidido no aceptarles. Si van borrachos, no les dejamos entrar. Y si alguno va disfrazado, sólo le atendemos si se lo quita. No queremos que espanten a nuestra clientela habitual, que es familiar".
Lucas reconoce que existe un "pequeño nicho, muy molesto y conflictivo, que considera La Latina como un parque de atracciones para el desfase", pero sostiene que la pandemia trajo una cierta calma:
"Antes era demencial. Se mezclaban peleas y gritos con ofertas de cubos y cerveza barata. Ahora casi nadie de nosotros acepta a estos grupos".
Juanra Arrúe, propietario del restaurante Lamiak (Cava Baja, 42), fue pionero, junto a Toni Bonanno, de El Bonnano (Plaza del Humilladero, 4), en prohibirlas hace más de dos décadas. Ambos lucen un cartel informando de la restricción en su entrada.
"Llevamos casi 25 años aquí. Al principio entraban despedidas de soltero, pero no tardamos en darnos cuenta de que era como pegarnos un tiro en el pie. Cuando se juntaban dos, era horrible. Nuestros clientes se iban y teníamos problemas con los vecinos. Decidir prohibirlas mejoró muchísimo la calidad del ambiente", cuenta Arrúe.
Por su parte, Toni Bonanno, también vicepresidente de ADELA, es contundente: "Son ruidosos, no nos interesan. Quieren celebrar, pero deben respetar a la gente del barrio. Nosotros llevamos prohibiéndolo desde el minuto uno, hace 30 años, utilizamos el derecho de isión: ni atendemos ni dejamos entrar. Es cuestión de profesionalidad".
Otros las buscan 1a3k54
Todavía quedan algunos bares que aceptan y buscan despedidas de soltero en el barrio. Según Bonanno, de los 34 locales de restauración que hay en la asociación, el 95% cumple con los principios de prohibirlas.
Para él, la asociación debería "expulsar" a los que persistan en aceptarlas "por el bien de todos".
En plena temporada alta de las despedidas (de abril a junio), La Latina ha reducido su número de despedidas. La clientela ha respondido bien al cambio y, según Óscar Lucas, "el barrio es más seguro, más familiar y gana en calidad".
Hay quienes, incluso, detectan que se ha trasladado el problema a otras zonas de Madrid, como Ponzano o Malasaña.
Los comerciantes insisten en que las autoridades deberían implicarse más: "Si la policía multa a un músico callejero por ruido, ¿por qué no actúa contra un grupo de catorce chicos con pitos de árbitro y megáfonos a mediodía? Están desde por la mañana, ni siquiera es un problema nocturno", lamentan los hosteleros de La Latina.