Me ha llamado la atención poderosamente el plante de la presidenta madrileña Isabel Díaz Ayuso, al levantarse de la mesa conjunta, cuando sus colegas de Cataluña y País Vasco comenzaron a hablar en catalán y euskera respectivamente. 40138

Por ello, me permito recordarle a la señora Ayuso, que no solo dichas lenguas son oficiales según la Constitución, al igual que el gallego, sino que, por ello, son también españolas al igual que el castellano, que es el español oficial por excelencia, pero no el único.

Así lo señala la Constitución Española, artículo 3, que, aunque determina que el castellano es el oficial, las demás lenguas “españolas”, lo son también.

Incluso, cuando se redactó la Constitución, recuerdo que Camilo José Cela, senador real, propuso que el idioma oficial fuera el español y no el castellano, lo que luego fue modificado por considerar que las demás lenguas son también españolas.

Además, estudios de numerosos lingüistas, según mi habitual asesor, el profesor y estudioso Rafael Lorente de No, el primer texto en vasco al igual que el castellano, ¡qué casualidad!, aparece en las Glosas Emilianenses del siglo XI en el monasterio riojano de Suso.

Quiere esto decir que el viejo castellano y el euskera, son como mínimo primos hermanos, por muy distintos que parezcan ser.

Esto es, la historia acaba emparentando los idiomas y el vascuence, que se considera uno de los más antiguos, si no el que más, tiene raíces íberas como el castellano con el latín. Es la corriente denominada iberismo que secundó hasta D. Miguel de Unamuno, vasco a fuer de ser español o a la inversa.

En definitiva, por muy molesto e inquietante que fuera tenerse que poner el famoso pinganillo, Dª Isabel Díaz Ayuso debió contener sus impulsos y permanecer en la sala sin salir de la reunión, ya que, en definitiva, todos hablaban en español con variantes a las que tendremos que habituarnos. No en balde estamos en un país plural, aunque con diferencias idiomáticas que no son insuperables y mucho menos con los famosos pinganillos.

Por ello, no estaría de más que en la formación de nuestros estudiantes y, por lo que veo, también de nuestros políticos, se incluyeran unas lecciones de nuestras singularidades, y no sólo idiomáticas. En conclusión, de los conceptos básicos de nuestra Constitución, que al igual que se exige conocerla a los que pretenden adquirir la nacionalidad española, con mucho más motivo deberíamos saberla los nativos. Queda dicho.