León, tierra cargada de historia desde que fuera capital de un viejo reino medieval, atesora muchas bellezas, entre las que estaba el Parador de San Marcos. El esplendor del viejo parador se ha visto mermado con su reforma. 1j1f6h
Fraga, ministro de Información y Turismo durante el franquismo, que promovió en los años sesenta el desarrollo de la industria turística en España, se quedaría pasmado al contemplar la transformación de este gran hotel, concebido en origen como buque insignia de toda la red de Paradores.
El Parador de San Marcos ha sido, con razón, uno de los grandes símbolos identitarios y orgullo de los leoneses. En sus instalaciones se celebraron los más importantes eventos. Fue lugar de banquetes de 'copete' para las celebraciones de la burguesía de la capital y provincia del viejo Reino. El parador era un establecimiento con clase y glamour.
La historia del edificio es fascinante. Arranca hace más de ochocientos años. Era un pequeño convento, ligado al Camino de Santiago como hospital de peregrinos. Más tarde alojó la sede principal de la Orden de Caballería de Santiago.
Tras los procesos desamortizadores del siglo XIX fue Instituto de Segunda Enseñanza, cuartel y prisión y otros cometidos. A partir de 1936 se convierte en uno de los más grandes y duros campos de concentración de la represión del bando sublevado en la guerra incivil.
Tuve ocasión de compartir mesa y mantel varias veces a la vera del poeta y escritor Victoriano Crémer, prohombre de las letras leonesas. Ambos formábamos parte del jurado de un concurso de pintura rápida que durante años se organizó durante las fiestas de San Juan para recaudar fondos destinados a restaurar patrimonio mueble de la Catedral de León.
Crémer narraba su propia experiencia en el campo de concentración de San Marcos donde estuvo recluido. Divertido y socarrón en extremo, mudaba su rictus al recordar esa historia de torturas, hambre, frío y muertes.
Crueldades ocurridas en San Marcos narradas en casa de “Marquitos”. Curioso capricho de palabras. Los almuerzos del jurado se celebraban en la Bodega Regia, donde el entrañable Marcos Vidal, nos deleitaba con las especialidades de la casa entre las que no faltaban las famosas croquetas que preparaba su esposa Ana María.
Crémer congelaba la conversación y paraba el reloj en su dura vivencia en aquella prisión. Solo si terciaba otro de los del jurado, el insigne vitralista Luis García Zurdo, Victoriano abandonaba el recuerdo de aquel fatídico año 1936; para mantener un duetto intelectual de altos vuelos con García Zurdo, en el cual casi siempre acababan enzarzados.
El Parador de San Marcos había quedado ya vetusto desde su inauguración, especialmente en las habitaciones de alojamiento de huéspedes. Pero su zona noble no había perdido ni un ápice de distinción.
He sido testigo cómo ese ambiente historicista que albergaba numerosas obras de arte, encandilaba a los turistas, especialmente a los internacionales que bajaban su gran escalinata completamente fascinados. Vivían su cuento de Alicia en el país de las maravillas.
Tras la reforma, no me gusta lo más mínimo la decoración de alguna de las zonas más emblemáticas del Parador. El minimalismo en las artes decorativas se ha extendido de forma tan abusiva que se ha convertido en vulgaridad. Se ha perdido mucho encanto del antiguo establecimiento.
El ministro de Industria y Turismo, Jordi Hereu, acaba de visitar León y donde dijeron digo ahora es Diego. La ampliación pendiente del Parador se quedará en un tercio de las posibilidades que ofrece la zona derribada.
Las autoridades leonesas presentes, cargos orgánicos socialistas, diputados y alcalde de León callaron y amén Jesús. El gran Parador de San Marcos, el Gulliver de la red de paradores encoge. Ya no hay grandeza ni grandes proyectos, la política española está cuajada de decisiones liliputienses.