BOMBAS LAPA. Con los blanqueadores de quienes las ponían, pactan; con quienes las combaten, las inventan. El Plural difundió una conversación entre un excapitán de la UCO y un confidente. Del extracto se desprendía que ese excapitán fantaseaba con colocar una bomba lapa a Sánchez; y bastantes medios y distintos del Gobierno se hicieron eco de la supuesta noticia. The Objective demostró que la conversación había sido manipulada, puesto que Bonilla no estaba elucubrando con un magnicidio, sino que ironizaba con que fuese él la víctima de un atentado. 6274t
Cuando se desmontó el bulo, entre los medios que incurrieron en la `bulería´, algunos intentaron rectificar. No así Alegría, Montero o López, a quienes les dio igual que su falsedad hubiese sido desmentida. Ahí tienen al Gobierno que dice estar preocupadííííísimo por la desinformación. Un Gobierno que alerta, justo sobre aquello que lleva años propagando.
EL PLURAL. Recibe este nombre porque “Prensa del Movimiento” ya estaba cogido. Hay bastantes más cabeceras y programas en esa categoría, pero sirva El Plural como metonimia de un fenómeno. Fenómeno que no se refiere a tener una línea editorial u otra (el pluralismo es un valor democrático esencial), sino que guarda conexión con otra cosa. En otro momento, con más espacio, podemos abordar esa deriva.
RESENTIDOS. La semana pasada Madina lamentó que en su partido hayan florecido perfiles como los de Aldama, Koldo o Leire Díez. El tono comedido de sus declaraciones no ahuyentó la agresividad del ministro Puente: “El que faltaba del cuarteto de los resentidos, que no ganarían hoy en el partido ni una asamblea en su pueblo. Ni una vez se os ha visto salir a defender a vuestro partido del acoso diario de la derecha”.
Puente volvía a evidenciar la quintaesencia del hooliganismo macarra. Su forma de entender la lealtad es la que demandaría cualquier fanático a los integrantes de su respectiva secta. Y si todo eso se lo dice a un compañero de partido, cabe deducir el respeto que mostrará al adversario.
URNA Y BIOMBO. Tomás Gómez, quien fuera secretario general del PSOE de Madrid, ha recordado estos días que él presenció en directo la hazaña de Sánchez en el Comité Federal de 2016: “Le he visto dar orden para coger una urna, y meterla detrás de un biombo para intentar cambiar el resultado de una votación”.
Al margen de su tesis doctoral, al margen de los libros que firma sin escribir, al margen de sus engañosos cinco días de reflexión, y al margen de tantas y tantas mezquindades, la urna y el biombo resultan clarificadoras. Aquel pasaje ya mostraba que los escrúpulos no iban con Sánchez, y que el caballero sería capaz de todo… en aras de su ególatra concepción del poder.
FANGO. Espera, que me remango. Pedro Sánchez es alérgico a todo lodazal político, sabido es. Por eso, cuando trataba de recuperar el liderazgo en el PSOE, se montó en su diésel junto a Ábalos, Cerdán y Koldo; y por eso también ha nombrado vicepresidenta a María Jesús Montero, o ha nombrado ministros como Óscar Puente y Óscar López (lujazo indescriptible ser tocayo de ambos). Pruebas palpables, entre otras, de que Sánchez es ajeno al juego sucio y al barrizal chabacano.
En fin, habría muchos más términos, pero corresponde terminar. El lenguaje del sanchismo resulta vasto y basto. Lo primero, por su tamaño; lo segundo, por la grosera tomadura de pelo que suponen sus vocablos. Siempre creí que había palabras que callaban por sí solas; y siempre supuse que había silencios que hablaban por sí mismos. Ahora compruebo que existe cháchara que hiede sin descanso.