
El psicólogo y divulgador Jean-François Marmion. Photo Studio Xavier Morize 31641d
Marmion, el psicólogo de los idiotas: "El estúpido cree que nunca se equivoca y trata como enemigo al que no le da la razón" 1k5a2p
"No somos las víctimas de los líderes populistas, somos sus cómplices" / "Nadie puede ser inteligente a todas horas, no se hace nada y se agota el cerebro" / "Dejar de juzgar lo que desconocemos es el primer paso para volvernos sabios" / "La estupidez no es el opuesto de la inteligencia, sino de la sabiduría". 6y4t4k
Más información: Remo H. Largo, el pediatra que explica por qué hay tantos idiotas en la política 5r442r
Una de las comedias sas por excelencia, La cena de los idiotas (1998) de Francis Veber, lleva por título original Le dinner des cons. Al comienzo, el villano de la historia, un rico y exitoso editor, confiesa a su médico que compite con sus amigos por invitar a la persona más idiota ('con'), que cenará con ellos sin saber que está siendo ridiculizado. Antes de marcharse, el doctor se detiene en la puerta y le fulmina con la mirada: "Hágame un favor. No me invite nunca a cenar. Siempre me quedaría la duda".
"En Francia tenemos un dicho: todos somos el idiota de otro", corrobora Jean-François Marmion, psicólogo y divulgador, editor de Le Cercle Psy y autor de La psicología de la estupidez (La psychologie de la connerie) [Península]. En la obra de Verdin, explica, el idiota siempre acaba dando una lección de humanidad. Y este libro, que recopila entrevistas y ensayos de expertos como el Nobel Daniel Kahneman, no trata de dar lecciones, sino de ayudar a "reflexionar divirtiéndonos". Si queremos que la estupidez retroceda en el mundo, plantea Mamion, empecemos por ser menos estúpidos nosotros mismos.
La traducción al español habla de 'psicología de la estupidez', pero connerie es una palabra más fuerte, que equivale a gilipollas y presupone una mala intención.
Bueno, la connerie es un concepto muy francés, que abarca la estupidez, la necedad, la tontería... Pero puede haber cons benévolos, que no tienen muchas luces pero tampoco tienen maldad. Si presuponemos mala intención, hablamos de connard [cabrón]. Y los hay muy inteligentes. Se caracterizan por su desprecio hacia los demás, porque disfrutan haciéndoles daño.
Hasta los más brillantes hacen cosas estúpidas. ¿Es más importante la inteligencia emocional que la cognitiva para reconocerlo, ver cómo afecta a los demás?
Sí, pero tenga en cuenta que cuando usted esté cometiendo una estupidez muy gorda, los que van a estar equivocados van a ser siempre los demás. Serán tan estúpidos que no entenderán que no pretendíamos hacerles daño. Para reconocer que hemos sido estúpidos, tenemos que sufrir las consecuencias tanto como los otros, y no suele ocurrir. Cuando me digo '¡estoy gilipollas!', suele ser por algo insignificante, como olvidarme las llaves. Pero cuando es algo más profundo, cuando realmente lo estoy haciendo mal, la vida tiene que insistir para darme una lección.
¿La heurística de Kahneman da las claves para entenderlo? La estupidez viene de hacer juicios de valor categóricos sin tener suficiente información.
Exacto, pero estamos programados así, para actuar deprisa creyendo que lo hemos entendido todo. Es un mecanismo heredado de la selección natural. Si nuestros ancestros se paraban a reflexionar, se los comían. Los que actuaban sin pensar, los estúpidos, se salvaban. Hoy en día conservamos muchos automatismos y sesgos. Tenemos estereotipos sobre los hombres y las mujeres, los ancianos, los homosexuales, los inmigrantes, los ses sobre los españoles y los españoles sobre los ses... Pero nos ayudan a navegar por este mundo extremadamente complejo.
¿Cómo interviene aquí la teoría de los 'dos sistemas de pensamiento' de Kahneman?
El primero es el automático, pero de vez en cuando, cuando nos bloqueamos, pasamos al segundo, que nos hace reflexionar lentamente. No nos llevará a la verdad forzosamente, pero al menos nos tomaremos un tiempo. Si siempre pensásemos de esta manera, si fuéramos inteligentes a todas las horas del día, no solo no haríamos nada sino que nuestro cerebro quedaría agotado.
¿Esto explica por qué las personas inteligentes cometen estupideces en aspectos de su vida, como el sentimental o el económico?
Por supuesto, y eso es lo más triste. Si alguien simplón hace estupideces, se comprende, pero si es alguien muy inteligente, lo consideramos un drama, un desperdicio de oportunidades. No obstante, lo que he entendido a base de trabajar sobre el tema es que la estupidez no es el opuesto de la inteligencia, sino de la sabiduría. Hemos visto grandes intelectuales ponerse al servicio de dictaduras. Al contrario, la sabiduría consiste en vivir felices sin dañar a los demás ni a sí mismo.
En España se está usando una expresión frente al negacionismo científico: "La ignorancia tiene que volver a dar vergüenza". ¿Qué le parece?
Yo no diría que haya que avergonzarse de la ignorancia siempre que seas capaz de reconocerte ignorante. Yo soy nulo en mates, reconozco que nunca me esforcé en desarrollar ese conocimiento. Lo que debe dar vergüenza es la persistencia en la ignorancia. Lo vimos en Francia con los debates antivacunas. Podrían haber replicado a los científicos: "No sé de esto, pero lo que me contáis no me convence". Pero no solo creían saber más, sino que tachaban de nazis a los que no pensaban como ellos. El estúpido nunca se equivoca, y quien no le da la razón es siempre su enemigo.

El psicólogo y divulgador Jean-François Marmion.
¿Se ha convertido la estupidez en un activo político? ¿Prometer soluciones simplistas, universales y categóricas?
El populismo siempre ha existido. Siempre ha hecho falta un enemigo para poder declarar que tu bando es el correcto y tus seguidores, los buenos. No hay que pensar que un día seremos todos tan sabios y bienintencionados como para superarlo. La estupidez es eterna, forma parte de nosotros. Ahora, puede ser peligrosa. Lo destacable del nuevo populismo es que es contagioso. "Reflexionar es de cobardes, hay que actuar". Aún peor, los inteligentes conspiran en su contra: los políticos moderados, los científicos... Son mi enemigo porque su 'status quo' no me conviene.
¿Para el populismo es más importante hacer daño al grupo que odian que mejorar su propia vida? ¿No es esa la definición de estupidez?
Cuando votamos en contra de un grupo es porque le consideramos menos que nosotros, por lo tanto merece menos que lo que yo tengo. Lo que él tiene, debería ser para mí. Se trata de corregir una injusticia: si yo no soy feliz, él tampoco puede serlo. Es política del resentimiento: moviliza para hacer daño a alguien. Pero puede haber buenas intenciones detrás, los que votan a los populistas piensan que están salvando a su país. El camino al infierno está empedrado de buenas intenciones.
¿Es Donald Trump el ejemplo completo de estupidez en la política? Aupado por el populismo y empeñado en decisiones que nadie más respalda, como los aranceles.
Por supuesto, pero es que le funciona. Antes de Trump, los políticos creían que debían aparentar buena educación. Él ha roto con esto. Le basta con llamar la atención. Nos tiene a todos pendientes de su próxima ocurrencia. Y todos le tienen miedo. Es una forma de inteligencia: ser 'cabrón', como decíamos antes, pero no tonto. Además, ha escapado de sus problemas legales, incluso de un atentado mortal, ha sido reelegido. ¿Cómo no va a creer que él nunca se equivoca?
¿Cuando él mismo dijo que 'Dios le había elegido' al salvarle del atentado, estaba demostrando un sesgo cognitivo?
Sí, Piense que Hitler escapó, si no me equivoco, a 42 atentados. ¿Cómo no va a pensar alguien así que no está protegido milagrosamente, que no tiene una misión que cumplir por muchos muertos que queden por el camino?
¿Está Europa mejor preparada para resistir a esta política de la estupidez, o los émulos de Trump lo tienen igual de sencillo?
Siendo pragmáticos: sí, lo tienen igual de sencillo. Trump no es un hipnotizador ni un genio en la sombra. No es Maquiavelo ni es el emperador Palpatine de Star Wars. Ha sido elegido democráticamente: no somos sus víctimas, somos sus cómplices. Los periodistas están al mismo tiempo horrorizados y encantados, da noticias diarias. Es lo mismo que nos ocurre con los trolls en las redes sociales: podríamos ignorarlos, pero no lo hacemos. Tenemos un sesgo negativo: nuestra atención siempre se enfoca sobre lo que nos irrita. Es un reflejo evolutivo. Crúcese con cien personas, y sólo recordará a aquella cuyo aspecto le enervó.
¿Qué opina de la teoría del 'efecto Flynn negativo', según la cual las nuevas generaciones están decayendo en capacidad intelectual al no necesitar esforzarse?
Las cosas no son tan sencillas. Necesitamos más perspectiva para comprobar si el efecto Flynn detecta realmente un estancamiento o retroceso del cociente intelectual. Por otra parte, es una buena medida para predecir el éxito escolar, pero puede que no sea lo más adecuado para esta época. Hay que ser prudentes: siempre se ha hablado mal de los jóvenes. "Sólo piensan en los videojuegos, en el porno, son maleducados, no leen...". ¡Pero en mi época se decía lo mismo! "Sólo quieren escuchar discos y pegarse". Y hasta Platón se quejaba de los jóvenes. Decía que con la lectura se perdía la memoria. ¡Exactamente lo mismo que reprochamos a las pantallas!
¿Si pensamos que antes estábamos mejor, ya es un buen indicio de que estamos cometiendo estupidez?
La memoria es una mentirosa, es una ficción que nos contamos a nosotros mismos y para el colmo, de buena fe. No creo, desde luego, que nos estemos volviendo más estúpidos. Hasta entrado el siglo XX, las mujeres no podían votar. Después, no podían divorciarse. Si denunciaban violencia sexual, las culpaban a ellas. La homosexualidad se criminalizaba. Se practicaba el colonialismo. Ahora no solo reconocemos los derechos humanos, también los de los animales, incluso los del planeta. No solo no somos menos inteligentes sino que ahora somos más humanos.
Es un buen punto de partida por tanto para alcanzar la sabiduría.
Dejar de juzgar lo que desconocemos es el primer paso para volvernos sabios. Yo recuerdo mi juventud de forma agradable, pero si fuera chica, sin duda preferiría esta época en la que al menos puedo responder al hombre que me dice ordinarieces. En mi pueblo, Auxerre, había una mujer que vivió hasta los 100 años. Tuvo once hijos. Nadie nunca le pidió su opinión. Y me decía: 'Sabes, los que dicen que todo tiempo pasado fue mejor es porque no lo han vivido".