
Lorenzo Silva. Foto: Carlos Ruiz 33zc
Lorenzo Silva y la pericia para lograr que todo encaje: dos casos simultáneos para Bevilacqua y Chamorro 353y33
El subteniente y la brigada se enfrentan a la desaparición de una mujer y a la muerte de una anciana, ambos casos en Toledo, en 'Las fuerzas contrarias'. 2s5u60
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A estas alturas resulta ocioso presentar a Lorenzo Silva (Madrid, 1966), un escritor de trayectoria elocuente que se inició hace ya treinta años. Lo corroboran títulos de sobra conocidos como La flaqueza del bolchevique (1997), El nombre de los nuestros (2001), Recordarán tu nombre (2017) y más recientemente Púa (2023).

Las fuerzas contrarias w2457
Lorenzo Silva
Destino, 2025
406 páginas. 22,90 €
Silva, además, es coautor, junto con Noemí Trujillo, de la colección sobre Manuela Mauri (el último libro, La innombrable, se publicó en 2024); autor de narraciones infanto-juveniles y de textos no ficcionales (en relación con la obra que nos ocupa se hace inexcusable citar Diario de alarma de 2020). Pero, sobre todo, se le conoce por haber creado una longeva y exitosa serie de novelas policiacas protagonizadas por dos guardias civiles –el subteniente Bevilacqua y la brigada Chamorro– que siguen cautivando a numerosos aficionados al género negro en nuestro país.
Las fuerzas contrarias es la última entrega de esta pareja que actúa con inteligencia, sentido común, empatía hacia víctimas y verdugos, y que, además, muestra una forma ética de estar en el mundo. La historia se desarrolla durante la pandemia, cuando la población estaba confinada por orden gubernamental y la mayoría apenas abandonaba su residencia para ir al supermercado o a la farmacia, cumpliendo estrictas medidas de seguridad.
En esta circunstancia, Rubén Bevilacqua y Virginia Chamorro se enfrentan a dos casos que, para mayor complejidad, suceden simultáneamente: la desaparición de una mujer –que se sabe fallecida– en un pueblo de Badajoz, y la muerte de una anciana en una población de Toledo.
La historia está narrada en primera persona por Bevilacqua y se inicia con un tono melancólico que denota el inexorable paso de los días sobre él: "Al cabo de los años, cuando el vendaval del tiempo se ha llevado la hojarasca, lo que queda en el recuerdo es sólo lo que nos mordió el corazón". Los lectores conocen al subteniente y a su compañera, los han visto evolucionar y han sido testigos de mudanzas personales que, en buena medida, han experimentado a la par.
La novela incluye críticas contra nuestra sociedad desnortada y se lee con inusitada avidez
A Rubén Bevilacqua, por ejemplo, le cuesta aceptar algunos cambios actuales como el femenino de juez, aunque aprende con la jueza Sánchez-Soria que hay profesionales de la judicatura que prefieren recibir ese tratamiento. En esta entrega comprendemos que el guardia civil es consciente de que su tiempo pasó; también de que, aunque se esfuerza para comprenderlo y para seguir adelante, en su registro interior queda un poso inevitable de nostalgia por lo que no volverá.
La novela está narrada con la agilidad a la que el autor nos tiene acostumbrados, con diferentes argumentos interconectados que ponen a prueba su pericia para conseguir que todo encaje. Si bien la trama de Illescas es la que aparece en primer plano y se convierte en dominante, de fondo queda la que protagoniza el cabo Arnau –un poco más desdibujada, aunque también viva– y todas las intrigas de los diferentes del equipo de investigación –con especial énfasis en Vila y Virgi–, así como el complejo entramado que propicia la pandemia.
Con la distancia que aportan los cinco años transcurridos, resulta impactante, además de doloroso, rememorar lo que sucedió aquella primavera de 2020: los dos meses de aislamiento, el miedo a un mal desconocido, los ingresos hospitalarios, el ingente número de muertos, la imposibilidad de acompañar a los difuntos y a sus familiares… Y evocar cómo la enfermedad se ensañaba de forma especialmente cruel con la generación de la posguerra, a la que Silva homenajea en el texto.
Las fuerzas contrarias incluye críticas contra nuestra sociedad desnortada y un ethos moral que funciona como lenitivo. Pero lo mejor, con todo, es que se lee con inusitada avidez.